martes, 4 de junio de 2013

PENÚLTIMO CAPÍTULO (número 10) : El secuestro de la anciana (JOSÉ)

Capítulo 10:

Empieza a resolverse el misterio

Los agentes de policía hallaron huellas dactilares en el bar y las analizaron. Sabían dónde se encontraba gracias a un GPS que tenía puesto en el coche. Se encontraba en la avenida “forrada”. La llamaban así porque en esa avenida vivían todos los ricos del pueblo en mansiones tan grandes como la fábrica más grande del mundo. Están hechas, la mayoría, de oro macizo. Los agentes de la comisaría llamaron a otros también cercanas a la avenida. Todos los agentes disponibles llegaron allí por tierra mar, y aire; ya que la avenida estaba cerca del puerto. Como eran muchos agentes, más o menos unos tres mil, se dividieron en ciento cincuenta grupos de veinte agentes cada uno. 

Entraron en cada una de las ciento cincuenta mansiones registrándolas una a una. Con sus walkie talkies se comunicaban con el cuartel. No estaba en ninguna de las ciento cincuenta mansiones. Ya se habían ido. La policía no podía localizar a los secuestradores porque sabían que les estaban localizando por el GPS; lo tiraron por la ventanilla del coche en el que iban montados. Era un sedán negro último modelo con alerones.

Los agentes de la comisaría se habían conectado a la red de cámaras de la ciudad. El coche estaba en la avenida “forrada” pero estaba dentro de una de las mansiones. Lo raro es que cuando los agentes registraron mansiones y no encontraron nada. El coche estaba en un cuarto secreto. Lo que tenían que pensar es como llegar al cuarto. Con el sensor térmico del satélite mostraba unas personas detrás de una pared del garaje. 

Fueron a la mansión número 120 y tiraron todas las paredes de la cochera. Las personas que había en el cuarto, que eran los secuestradores con Eugenia,  se habían ido por un pasadizo secreto que iba a un barrio donde vivían los secuestradores. Un ciudadano denunció que unos hombres le habían robado el coche. Estaban hartos de localizar coches robados. Pero esta vez tuvieron suerte. Los secuestradores pararon, un domingo, en un bar de shushi. Los agentes esperaron a que los secuestradores salieran del bar. Aunque hubiesen salido iba a entra a registrar el bar cuando cerrasen. Este era su horario.


En el bar no encontraron nada excepto esta nota:





CONTINUARÁ...

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