CAPÍTULO 4:
EL
ENCUENTRO DE RelÁmpago:
Eduardo
y Juan seguían preocupados por Relámpago. No sabían dónde estaba. Al día
siguiente Eduardo y Juan fueron a la
finca a ver a Furia pero, cuando Eduardo entró a la cuadra de Furia a darle
de comer vio que había pisadas. En un principio pensaban que eran las
mismas huellas de los secuestradores de Relámpago. Los guardias las limpiaron, pero
¿esta vez qué buscaban? Juan miró a Eduardo con cara de asustado
pero debía tranquilizarse para
poder buscar una solución. Eduardo miró a ver si
Furia tenía comida en su
cuadra y aún le quedaba de la
noche anterior. Eduardo se acercó a casa de los vecinos para ver si sus
caballos tenían comida. Allí todo estaba en orden así que decidió ir a llamar a
otro de sus vecinos llamado Pedro:
- ¿Pedro eres tú?
-Sí soy yo, contestó asustado.
El caballo de Pedro, Pinto, no
había comido. Por lo visto los ladrones
estaban merodeando por la zona en busca de:
Monturas,
cabezadas, espuelas, botas de montar a caballo, bocados y filetes. Al día siguiente siguiente los
hermanos y el amigo decidieron salir a dar una vuelta con el caballo. Tras un
largo paseo, los hermanos se bajaron del caballo a la vez. Eduardo leyó una carta que estaba tirada en el suelo y ponía:
Juan, voy a ir yo tú te quedas en la finca.
Los hermanos llegaron a la finca y
quitaron las monturas, a los caballos.
Al
cabo de un rato metieron a los caballos en la cuadra. Eduardo fue a cambiarse de ropa y a coger el dinero. Decidió escribir
una carta a la Guardia Civil para informarles un poco de lo acontecido hasta la
fecha.
-Sí, Mariano
-Da dos pasos hacia atrás y deja el
maletín en el suelo.
-Vale
Mariano, ¿dónde está Relámpago?
-Calla y lárgate
-No me iré sin mi caballo, ese no era
el trato.
Eduardo sacó una navaja del abrigo y
se abalanzó hacia él.
-Ladrón devuélveme a Relámpago. Es mío lo conseguí yo. Si lo quieres luchemos sin navajas ni
pistolas. Dijo valientemente.
-Vale.
Eduardo y Mariano empezaron a luchar
sin parar. Eduardo se llevó un puñetazo en el ojo, la cara con sangre, y la
nariz la tenía rota. Mariano estaba tumbado en el suelo.
Eduardo oía relinchar a Relámpago entonces le llamo:
El
caballo llegó corriendo y relinchando. Eduardo se puso muy contento de verle. Mariano
todavía estaba tumbado en el suelo, estaba muy mal no se podía levantar del
suelo.
Eduardo llegó a la finca todo ilusionado
con su caballo.
- Juan ya tenemos a Relámpago. Mira, Furia está tan ilusionada de ver a su hijo… Por fin tenemos a nuestro
caballo
-Eduardo,
¿qué te pasa en la cara?
CONTINUARÁ...
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